domingo, 23 de septiembre de 2007

Ella

Ella está aqui. A unos veinte pasos, quizá menos. Separados por una puerta sin puerta ni marco, una especie de herida en una pared. Escucho que teclea. Que chatea. Y no conmigo (seria muy loco que chateemos a veinte pasos de distancia, pero a veces la cosa es así. Por ejemplo, cuando llegó le di un beso, un roce en la mejilla, porque ella se acercó, tan linda, tan simpática, tan angel, tan sonrisa, tan cacho de aire fresco; y yo solo le dije, hola Valen, como estas, o como andas, o algo así. Y han pasado diez, quizá quince minutos, y ella teclea del otro lado y no le he vuelto a hablar). Tiene unos vaqueros ajustados o una calza negra, no sé, sólo le miré la cara, los ojos sonrientes, los dientes perfectos, los labios estirados en una horizontal que se curva. Y creo que una remera a rayas verdes. Pero no la recuerdo. Porque no me animo a mirarla tanto tiempo. Puede descubrirme. Capaz ya sabe. Mi cuerpo debe delatarme cuando aparece, seguramente se me ponen coloradas las orejas o las mejillas. Es que soy tan ruso del campo. Y para colmo ni perfume. Ella tan clean, tan aire de consultorio odontológico, tan pasillo de sanatorio. 
(se fue, "chau nos vemos", fue todo lo que le dije. Y no nos vamos a ver, por mucho tiempo) 

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